miércoles, 18 de diciembre de 2013

Sin pelo

Ni un pelo de tonta, claro.
  • La caída del pelo no es dolorosa pero tampoco indolora.
    Nunca me planteé que, aparte de quedarme con el pelo en la mano, o en la ropa, o en la almohada, fuera a sentir la caída del pelo pero sí, se nota, bueno, al menos yo la noté, que en estas cosas cada uno siente lo que siente y nota lo que nota. Coincidiendo con los primeros pelos "arrancados" sin esfuerzo el cuero cabelludo se volvió (hiper)sensible, como después de soltar una coleta o algún peinado a contrapelo que has llevado durante mucho tiempo. 
  • No es desagradable quedarse con el pelo en la mano.
    A pesar de tener el cuero cabelludo demasiado sensibilizado para cepillarme la sensación de pasar la mano e ir recogiendo pequeños mechones, lejos de resultarme desagradable, fue casi placentera, como una caricia de despedida... Con una bolsa casi llena de pelo decidí que ya era suficiente y acepté el criterio de Carlos, que insistía en que así no se hacía, compartimos el uso de la máquina de rapar cabezas y después él me pasó la maquinilla de afeitar.
  • Sin pelo.
    A pesar de todo lo que nos reímos y de mi supuesta histórica preparación a base de rapados, verte en el espejo sin pelo es toda una experiencia, otra confirmación más de que esto va en serio, lo lleves bien o lo lleves mal lo cierto es que ya no te ves normal y hay que dar otro pequeño empujoncito en la búsqueda de la aparente normalidad que ayuda a seguir adelante.
  • Con gorro.
    Llevo tres días cambiándome de gorros, sombreros y pañuelos en busca de la fórmula más cómoda para estar en la calle, en casa, en clase y dormir... creo que casi la tengo.

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