jueves, 20 de marzo de 2014

Todo tiene un precio

Realmente el reservorio es un gran aliado. Ahorrarme la angustia que me ahorra no tiene precio... ¿o sí?

Supongo que si hubiera planteado mis preguntas cuando debía hacerlo, antes de hacerme implantar nada o antes de firmar un consentimiento informado (que por algo se apellidará informado), hubiera tenido muchas dudas, realmente no sé qué opción hubiera tomado. Si hubiera sabido que llevar un reservorio me iba a impedir ir a nadar durante este proceso la decisión habría sido dura.

Ahorrarme la angustia que me ahorra el reservorio tiene precio pero después de la primera sesión de quimio en la que lo he usado creo que es justo asumirlo. A pesar de los nervios de toda primera vez, el previsible ahorro en angustia los días previos y el comprobado ahorro en agobio en el momento de enchufarme a la maquinita me han convencido de que es un precio razonable (que no justo).

Aún así regresamos al chiste de la noticia buena y la mala, y la mala me ha costado, como siempre, unas lágrimas y un tiempo para sobreponerme. Sé que no poder nadar me va a dejar tocada anímicamente pero con noticias peores he lidiado.

Hasta pronto, piscina.

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